Mucho se ha dicho sobre el sentido de la vida, pero parece que todo eso se ha dicho en balde si entendemos, con el filósofo Jesús Mosterín, que a la vida le podemos dar el sentido que queramos, porque la vida en sí misma no tiene sentido. En la conversación cotidiana, o por medio de la observación, encontramos los motivos para vivir de las personas que nos rodean. Cuando un padre dice que lo mejor de la vida son los hijos, o cuando una joven dice que las cosas importantes de la vida son el sexo y el dinero, o cuando vemos a una abuela consagrada al cuidado de sus nietos, somos testigos de su filosofía de vida. Cuando leemos a los grandes escritores, sentimos que el deseo de hacer un gran trabajo fue uno de sus motivos vitales, y en las biografías y memorias podemos encontrar los motivos de los seres humanos más interesantes que han habitado este mundo. Bertrand Russell comienza su Autobiografía diciendo: «Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda de conocimiento y una insoportable piedad por el sufrimiento de la humanidad.». Los que todavía no sabemos qué sentido darle a nuestra vida, quizá podamos hallar una guía de luz en esas palabras.
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