No vengo de un hogar de lectores. Mis
padres y mis hermanos leyeron lo que les obligaron a leer en la escuela, y no
mucho más. Yo también cumplí con las lecturas obligatorias de la escuela, pero
ya de niño comencé a hojear libros por mi cuenta hasta que, ya en la edad
adulta, empecé a leer compulsivamente.
Entre los pocos libros
que había en casa antes de la costumbre que ahora tengo de gastarme la mitad de
mis magros ingresos en libros, había uno de Bertrand Russell llamado Fundamentos de filosofía. Era un libro
virgen, nadie le había puesto un dedo encima, que se fue deshojando a medida
que lo leía. Hice mi mayor esfuerzo, pero era poca mi fuerza, y aunque con los
años he vuelto a él con más vigor, sigo sin entender buena parte de lo que
propone. Y sin embargo esa lectura me proporcionó más de una lección. Por
ejemplo, recuerdo un capítulo sobre ética en el que Russell asegura que en
realidad la ética no pertenece al campo de la filosofía, pero que sería largo
probarlo, y es mejor –dice– aprovechar el espacio hablando de ética. Termina el
capítulo con esta sentencia: «la buena vida es la vida inspirada por el amor y
guiada por el conocimiento», que explora con más detalle en el brevísimo libro
llamado What I Believe.
La foto es mía
Una década después de ese
primer encuentro con Russell he leído ya cerca de veinte libros suyos, más de
5000 páginas. Voy a decir un par de cosas de los que más he releído: su Autobiografía me conmueve
especialmente porque revela el sufrimiento y el desorden de una vida que en su
faceta pública luce más bien alegre y seria; Caminos de libertad, que contiene la utopía más bella que
conozco; Historia de la filosofía
occidental, que exhibe su abrumadora erudición; El poder, que se propone determinar las leyes que rigen la
sociedad; Ensayos escépticos,
que recopila textos breves que sintetizan sus ideas, como uno sobre la
diferencia entre las concepciones de la felicidad en oriente y occidente, y
otro sobre la influencia de la escuela de Bentham en las reformas que mejoraron
la sociedad inglesa en el XIX.